El mito de la Yerba Mate

Éste comienza con el descubrimiento de sus propiedades por parte de las comunidades indígenas guaraníes; quienes según Podestá (2013), las consideraban un regalo de las deidades Yací y Araí, quienes representaban en su cosmología como la luna y la nube respectivamente. 

En una visita a la tierra, dos deidades bajo la forma de dos jóvenes mujeres, estuvieron a punto de ser devoradas por un yaguareté, pero un viejo cazador guaraní las salvo. Ambas en agradecimiento le visitaron en sueños diciéndole, que al despertar encontraría junto a la puerta de su choza el brote de una planta nueva llamada caá, con sus hojas tostadas y trituradas debe preparar una bebida que acerca los corazones y ahuyenta la soledad.

El viejo cazador salió de su choza y preparo la infusión según las instrucciones dadas por las deidades en su sueño y vertió la yerba en un recipiente hecho de calabaza, vertió agua caliente, filtrando el contenido con un trozo de caña. A partir de esta leyenda, los guaraníes destacan el origen mítico de la planta.

 Estas comunidades precolombinas elaboraron para su consumo distintas herramientas como el recipiente de calabaza denominado “mati” de la cual tiene su origen la expresión mate, que significa calabaza. El autor antes mencionado explica que los conquistadores españoles usaron el término mate para referirse a lo que los guaraníes llamaban “caiguá” (káa = yerba, y guá = agua, es un sufijo de procedencia) que significa “lo que pertenece a la yerba”, o “lo de la yerba”.

Los indígenas elaboraron un tipo de pajilla hecha con trozos de caña, llamada tacuarí que posteriormente se denominaría bombilla.  Estos instrumentos serán característicos para su forma de consumo en los siglos posteriores. Abella (2001), explica que el consumo de mate estaba ligado a ritos sociales y funerarios, los indígenas sepultaban a sus fallecidos en el mismo lugar donde plantaban yerba mate, luego cosechaban la planta y preparaban la infusión compartiéndola con sus familias. El autor afirma que realizaban estos ritos porque creían que de esa manera el espíritu de sus antepasados y seres queridos allí enterrados crecería en la planta de mate y pasaría a través del mate a su cuerpo para permanecer junto a ellos. También junto a la hierba, solían plantar diferentes vegetales ya que creían que esto favorecía el crecimiento de la planta.  

Las comunidades indígenas de la banda oriental adquirieron el hábito de consumir mate a causa del intercambio comercial con la población guaraní, extendiendo su consumo a otras comunidades indígenas de la región. Sus propiedades estimulantes fueron descubiertas por los primeros exploradores españoles al llegar a estos territorios, quienes hicieron que su consumo se extendiera rápidamente por todo el Virreinato del Río de la Plata. 

Etapa colonial, la bebida del nuevo mundo 

Las primeras impresiones de los conquistadores europeos, fue desfavorable debido al desconocimiento del consumo de la yerba mate y su importancia social en los guaraníes. Los europeos que veían a los nativos tomarla, llamaban al mate «hierba del demonio» y sostenían la creencia de que era una bebida de haraganes, ya que los nativos dedicaban varias horas del día a esta práctica. De acuerdo a Buduba (2011), los misioneros jesuitas fueron los primeros en formalizar su consumo aludiendo los efectos de la yerba, ya que al consumir la infusión aportaba un notable vigor estimulante, además de calmar la sed. El padre jesuita Pedro de Montenegro (1663-1728), un naturalista, fue el primero en documentar los beneficios del consumo de esta planta; aunque otros autores como Krebs (2009), señalan que el padre Hernando Arias de Saavedra, observó a los guaraníes usando la yerba en el año 1544.  

En 1565 la Compañía de Jesús, institución religiosa creada por Ignacio de Loyola, inicia el proceso de evangelización en América, los primeros asentamientos también denominados reducciones, se encuentran en las regiones del Tapé y el Guayrá (actuales territorios del sur de Brasil y Paraguay y las provincias argentinas de Misiones y Corrientes). En 1609, se funda el primero de dichos asentamientos al norte de Iguazú, donde se pone en práctica su sistema de organización social y evangelizadora. En dichos asentamientos, los jesuitas emplearon mano de obra indígena, siendo uno de los primeros procesos de mestizaje cultural de la región, ya que los jesuitas adquieren los pormenores del cultivo de la yerba mate y obtienen el conocimiento de las técnicas de recolección primitivas usadas por los guaraníes; a su vez, los indígenas fueron convertidos al cristianismo y recibieron educación según las usanzas y costumbres europeas.  

En las primeras décadas del siglo XVII, los sacerdotes jesuitas perfeccionaron la técnica de cultivo a fin de evitar recorrer las grandes distancias que separaban los lugares de producción, ubicados en tierras de los guaraníes. El cultivo sistemático desarrollado en las reducciones permitió la obtención de semillas de alta calidad, mejorando las características de cultivo de las plantaciones de yerba mate. Esta costumbre indígena fue adoptada rápidamente por los colonos españoles, quienes tomaron la costumbre del mate, su demanda lo convirtió en el primer producto exportable al resto de las provincias coloniales, al popularizarse su consumo en todas las clases sociales, fue llevado a España, donde se comercializó comparándolo con el té inglés.  La venta de yerba mate picada para hacer infusiones se popularizó en Europa como el Té de los jesuitas.